Chau Viejo, Chau Maestro

Viernes, 15 de Septiembre de 2023

Emotivo homenaje a José Alberto Desanto tras su reciente partida, texto escrito por Oscar Gambetta, CEO de la Auditora TIXO.

copete
Lo conocí cuando él ya había pasado los 50 y nosotros éramos un grupo de jóvenes que intentábamos seguirle el ritmo, cosa casi imposible porque en esa época a él simplemente no le interesaba dormir. Estar despierto era vivir y vivir era disfrutar.
Desde entonces fue imposible separarnos. Todo el que lo conoció sabe que Alberto (Tito para la familia, José Alberto Desanto en el DNI, “el Viejo” para nosotros) era un alimentador permanente de vínculos.
Y lo fue hasta sus últimos días, hablando por teléfono permanentemente con cada uno de nosotros, recordando viejas anécdotas que lo alegraban y lo mantenían vivo.
“El Viejo” nunca aceptó ser viejo y nunca quiso dar un paso al costado. La decadencia no era para él. Muchas veces me dijo que hubiese preferido morirse trabajando que resignarse al retiro.
Fue un maestro y un gran ejemplo para muchos de nosotros, por su vocación y pasión por todo lo que hacía. Era un privilegio compartir sus experiencias y su sabiduría.
Conocía las normas del GLP a la perfección, incluso las seguía leyendo hasta los últimos días que trabajó (a los 85 años), porque siempre es necesario actualizar conceptos, según decía.
Pero no solo conocía las normas, él además sabía “meterle mano” a todo lo que tenía que ver con el GLP.
Es que empezó muy joven y pronto fue el Jefe de Mantenimiento de la Planta Boulogne de Gas del Estado. Y como era un excelente mecánico automotor, eso le permitía experimentar armando y desarmando cualquier equipo que le pongan enfrente.
Amaba a Gas del Estado, era nacionalista, honrado, tenía códigos, y como alguien acostumbraba a decirle, por sobre todo, era un buen hombre… Toda su vida hizo lo que quiso, vivió cada día intensamente; corrió en rally, fue un aventurero y cuando prematuramente a los 62 le tocó jubilarse por el famoso “retiro voluntario” (parece utópico que le hayan obligado “voluntariamente” a dejar de hacer lo que amaba), se recibió de piloto de ultralivianos, otra de sus pasiones. No podía estar quieto.
Afortunadamente, pasados unos años, lo pudimos regresar a la actividad y volvió a ser parte de nuestro equipo, donde fue capacitando a toda la gente nueva que se incorporaba como auditor.
Al Viejo nunca le intereso la plata, solo le bastaba tener un buen pasar. Su mayor satisfacción era sentirse reconocido por todos a los que alguna vez nos había enseñado algo a cambio de nada.
Era un artista en lo suyo y los que participamos en la industria del GLP en los últimos 40 años fuimos parte de su público y le debemos mucho.
No tenía horarios porque no corría, le daba el tiempo necesario a cada cosa. A Beba (su mujer de toda la vida), le decía que se iba de viaje porque le gustaba y que volvía porque la quería.
El Viejo comía entrecot, nivelaba las mesas que se movían con un papelito doblado, cruzaba las plazas siempre en diagonal, andaba con un hacha en el auto ‘por las dudas”, llevaba el equipo de mate en una caja metálica oxidada que no pintaba por capricho, tenía un viejo termo de medio litro de vidrio que hace muchos años le rompí y que me costó mucho reemplazar porque no existían los termos modernos,… en los hoteles calentaba el agua con un calentador eléctrico que metía en una jarrita para ahorrarnos la propina del agua caliente…, y aunque estemos solo un rato hospedados (por los tiempos que manejaba ‘el Viejo’) igualmente sacaba toda la ropa del bolso, la estiraba, la colgaba, ponía el reloj despertador en la mesita de luz y prendía su radio portátil sintonizada en Radio Nacional, y siempre te despertaba con un mate.
Nos gustaba viajar juntos porque teníamos mucho en común, nos desviábamos en cualquier ruta para conocer pueblos perdidos, íbamos a todas las iglesias que se cruzaban en nuestro camino,… ‘el Viejo’ era medio hipocondríaco como yo, hincha de San Lorenzo como yo y si te prometía algo te lo juraba por San Lorenzo…
Charlábamos mucho, nos contábamos todo, ganadas y perdidas, miedos y sueños… Por eso, cuando se retiró me quedó un gran vacío, y ya mis viajes de laburo no fueron lo mismo. Después vino la pandemia y la angustia por el encierro lo deterioró más de lo aconsejable.
El ‘Viejo’ tenía un Torino que hacía años que no funcionaba y al que nunca vendió porque en un choque que tuvo su hijo Carlos, el médico le dijo que se salvó de milagro y sólo porque iba en un Torino.
En sus pocos tiempos libres jugaba a arreglar el Torino y a tratar de ponerlo en condiciones, pero era evidente que nunca lo quiso terminar de verdad para seguir teniendo un proyecto que justifique sus días.
El 3 de Agosto y a los 92 años el ‘Viejo’ se fue, pero no se va a ir nunca de nosotros, porque los que lo queremos lo honraremos por siempre y cuando nos toque irnos seguramente estará esperándonos con un mate.

Chau Viejo, Chau Maestro.